lunes, 20 de febrero de 2012

Muñeca de Trapo.



-Alguna vez te has preguntado ¿por qué los gallos cantan a eso de las tres de la madrugada?-

-¿Lo hacen?-

-Bien sabes que sí, unos minutos  ya sea antes o después, cantan, si es que a ese sonido estridente que hacen se le puede llamar canto, es molesto y doloroso si me preguntas a mí. Sin embargo jamás los he escuchado cantar cuando va a salir el sol, porque estoy cien por ciento segura de que a las tres no sale el sol.-

Elizabeth cerro los ojos prestando atención a la risa estridente que llenaba su recamara que olía a limpieza recién hecha y polvo acumulado por no hacerla a menudo, le había tomado la mitad del día llevarla del caos absoluto a ese estado de pulcritud y no lo hubiera invertido todo ese tiempo y esfuerzo si no fuera necesario para el ritual.

Los frascos de cosméticos y medicinas  habían sido colocados en el tocador en un orden descabellado y casi aritmético, mismo que se había utilizado para acomodar las ropas dobladas en el armario y la cómoda, así como en los libros del pequeño librero y otra cosa por aquí y por allá. Se veía simplemente ordenado, limpio a los ojos de cualquiera que se atreviera a asomar la cabeza por la puerta, para solo encontrar ventanas limpias, cortinas y ropas de cama recién cambiadas. Escondidos de esos mismos ojos poco observadores se encontraban limones en cada esquina, canela bajo la cama en un bello recipiente de cristal rodeado por un primoroso listón rojo, tres plantas especiales colocadas en el alfeizar: ruda, cardo y hierbabuena; cosas comunes en el resto de la casa, hechizos sutiles para parecer mera decoración.

Solo faltaba un detalle, la muñeca de trapo y cabellos de lana mandada a hacer para la ocasión con la que la joven parecía entretenerse poniendo detalles en su ropa de satín negro para hacerla parecer una bruja.

-¿Cuándo te diste cuenta de lo de los gallos?-

-En aquella vez en la que pase la noche en la casa de una amiga, estoy segura que de dormir en mi propia casa, aunque estuviera sola, me hubiera sentido más tranquila. A todo esto ¿no estabas ya conmigo? –

- yo… No estoy segura desde cuando estoy contigo, para ser sincera Elizabeth, podría decir que desde siempre-

Y Elizabeth resoplo.

-Sí, desde siempre-

Comento con ácido sarcasmo ya que ella recordaba perfectamente el día en el que se habían conocido, al igual del día en que se habían enfrentado, varios años más tarde. Un escalofrió recorrió su espalda y procuro no levantar su mirada, no quería que sus ojos se encontraran con el espejo justo frente ella ya que en la relativa oscuridad y absoluta soledad de su habitación, el conocido riesgo de que la imagen reflejada no fuera la suya le sabia a terror.

-Qué curioso que antes no podías dormir si no estabas en esa casa-

-No se trataba de estar o no en la casa, yo estaba en un lugar que no conocía y entonces estaba ese maldito gallo-

La risa burlona y estridente lleno de nuevo la habitación y Elizabeth miro con enojo el aire que la rodeaba. 

-Silencio- murmuro con voz molestas - Todo está listo Tita ahora solo entra aquí-

-¿Aquí donde?- susurro con fantasmal anticipación. Elizabeth no podía ver los ojos de Tita, no mientras se negara a ver el espejo, pero aun sin verlos sabía que brillaban con peligrosa astucia.

-Aquí en la mu-ñe-ca - Hizo énfasis en la palabra muñeca, porque con los espíritus se debía ser específica y cautelosa. No sabía si tenían eso que en los humanos se llama instinto o naturaleza pero parte de ellos, desde su experiencia, parecía ser el aprovechar cualquier oportunidad para tener un contacto más sólido con este lado, para interferir en la  vida que ellos ya habían dejado o que no podían experimentar.

- Tu humor es tan malo cuando no has dormido - La voz se escuchaba suave y burlona, justo contra el oído de la joven justo donde sabía que la haría temblar otra vez - ¿Qué garantía tienes de que una vez a dentro no se destruirá? ¿Cuánto tiempo me quedare ahí?-

Elizabeth suspiro - Solo será hasta que el hechizo de la noche se rompa - explico ignorando cualquier comentario sobre su mal genio - lo intentaremos hoy y si no funciona mañana se me ocurrirá algo distinto, todo lo que quiero ahora es dormir. La muñeca tiene un cabello mío alrededor de su cuello y una marca de sangre en la nuca donde nadie más la puede ver…. Su nombre es Portera-  declaro soplando su aliento en el rostro pintado de la muñeca de trapo.

El aire se volvió pesado y los sonidos de la lejana naturaleza que rodeaba la casa cesaron, un fresco soplo paso sobre sus hombros a lo largo de sus brazos hasta la punta de sus dedos. Elizabeth puso la muñeca en el suelo en el instante en que empezó a sacudirse y se apartó con prisa, no importaba que tan consiente estuviera de lo que estaba haciendo y lo que sucedería, la posesión no dejaba de producirle el pavor suficiente para desear escapar. La muñeca se quedó quieta en el centro de la habitación y cuando creyó que sería todo y el alivio fue lo suficiente para que liberara el suspiro que inconscientemente había estado guardando, la muñeca se sacudió otra vez con una risa que la hizo retroceder hasta chocar con el armario.

Tapo su boca con ambas manos para no gritar y maldijo a Tita desde sus adentros, el miedo duro unos segundos hasta que fue reemplazado por el enojo porque ahora casi se orinaba del miedo, porque la idea en la que había puesto tanto esfuerzo ahora le parecía ridícula y descabellada, porque tendría que haberla pensado mejor, porque Tita disfrutaba sabiendo que aun con los años la podía asustar.

-Ahhhhh - suspiro sintiendo que con ese suspiro se escapaban años de su vida.   

¿Qué la mantendría despierta esta noche? Si no eran las “pesadillas”, tal vez sería la muñeca y la certeza de saber que estaba poseída, era tan espeluznante con su mueca de sonrisa y su mirada fija, aunque fuera pintada en una cara de trapo, no podía evitar sentir la inseguridad que se retorcía en su estómago. Odiaba las muñecas de trapo, de plástico o de porcelana, las odiaba, sobre todo las de porcelana, porque pareciendo tan humanas eran el recipiente perfecto para cualquier espíritu y era difícil saber quién podría estarla mirando tras los ojos de cristal.

Por otro lado nunca había confiado en Tita, no algo tan importante como lo que estaba haciendo esa noche, aun después de años desde que se habían vinculado y la constante compañía mutua, seguía sin confiar en ella así como no confiaba en ningún espíritu. Tita era un espíritu demoniaco, por si misma tenía la capacidad de escuchar preguntas, dar respuestas, burlarse de jovencitas y niños crédulos, Elizabeth lo recordaba muy bien, sin embargo Tita había olvidado este pasado y todo lo que recordaba era que con la bruja podía hablar, mientras se quedara a su lado y la obedeciera como estaba haciendo al entrar en la muñeca.

Por otro lado los espíritus fantasmales no eran más que lastimeras reminiscencias de quienes habían vivido, estancadas en ideas o sentimientos tan fuertes como para manifestarse, seres básicos que buscaban ser “escuchados” y cumplir últimas voluntades. 
La ira frustrante enduro la mirada de la bruja que sin dudarlo tomo la muñeca y la puso en el lugar que le correspondía para cerrar la barrera, al lado de la puerta mirando en dirección de la manija, el lugar para la portera, y la barrera se completó.

Un zumbido de tranquilidad y vacío rodeo a la bruja haciendo vibrar las ventanas y que las plantas al otro lado del cristal agitaran sus hojas con gracia, tuvo la certeza entonces de que esta noche dormiría bien, porque con esa barrera nada podía salir ni entrar, nadie llegaría sin ser invitado, ni nada la llevaría lejos a un lugar en el que no quería estar. Sin dudarlo se metió en la cama y olvidando a la posesa muñeca se rindió al descanso que solo podía brindar un sueño profundo. 

*-*-*-*
Aquí estoy de nuevo con un cuento para esta serie ^^


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