¡No te
detengas frente a esa casa!
¡¿Hee?!
! No te
detengas, no te detengas! sigue caminando, has como si no estuvieras ahí.
Eduardo dudo
por un momento pero la aguda voz de Victoria lo obligo a caminar. No tenía
sentido, solo se trataba de una fachada: dos puertas, una ventana y una cornisa
de tejas.
No tenía sentido no prestarle atención así como no tenía sentido
prestarle demasiada, sin embargo no pudo evitar preguntarse que estaba mal con
ese lugar.
La casa
había estado deshabitada desde siempre, o por lo menos era lo que ese par de adolescentes podían decir, si cualquiera de ellos le hubiera preguntado a
cualquiera de las anciana habitantes de las 4 casa circundantes, esta habrían
contado que no hace muchos años vivía ahí una persona, o tal vez dos... No,
aquello era demasiado incierto. Los recuerdos perennes empezaban y terminaban
con una familia feliz que alguna vez había llenado la casa y la calle de luz y
alegría, pero nadie sabía decir que había sido de ellos, así como nadie sabía
preguntar.
Sin embargo
la casa seguía ahí, inamovible, deteriorada y vacía. Si cualquiera le hubiera
preguntado a cualquiera de las 6 ancianas de esas 4 casas, o por lo menos a la
más vieja de todo el lugar, esta les había dicho que era la primera vez que la
casa estaba sola. Estando en un punto céntrico del pueblo, se trataba un lugar
envidiable para cualquier negocio o vivienda y por ello la casa nunca antes
había estado sola.
Pobrecita la
casa, ahora se ve tan triste, ojala alguien se viniera a vivir aquí otra vez.
Si la
anciana supiera lo que estaba pidiendo.
Los días en
los pueblos siguen una rutina fundamentada en los horarios de las personas que
los habitan, las faltas de centros de esparcimiento y el tamaño del mismo
pueblo; con este no era la excepción, si bien el pueblo no era chico, la gente
seguía actuando como si lo fuera y en este barrio en concreto la rutina era tan
añeja que se daba sin alteración alguna. Al llegar la tarde las mujeres a sus
casas y los hombre, viejos y jóvenes, a platicas o jugar en algún lugar, sin
más que hacer que gastar el tiempo vacío entre la tarde y el anochecer.
Esa casa no
está sola
El grupo de
jovencitos, ociosamente sentados en la gradería, como todos los atardeceres,
miró a José con la leve sospecha de que había perdido la razón. La casa había
estado vacía por años, aunque nadie supiera cuantos exactamente.
¡Les digo
que no está vacía! - Insistió el joven con brutalidad - La otra noche vi a alguien
Un pujido al
unísono significo que había capturado la atención de todos los presentes.
¿Cuándo?
El viernes
cuando veníamos de la fiesta del parque
Todos se
rieron. Una fiesta significaba un acceso ilimitado a una etílica diversión y no
era de extrañar que esa noche José no hubiera estado en el mejor de los
sentidos mientras se dirigía a su casa.
Valla pues,
no se rían cabrones, que había tomado pero no estaba bolo. Me acuerdo bien
cabal de todo, bien me acuerdo de todo porque eran las tres de la madrugada.
Aja ¡la hora
de los espíritus!
Las risas
estridentes llenaron de nuevo la esquina, pero cuando se detuvieron el silencio
reinó entre ellos, las miradas tentativas recorrían la vieja calle, cada vez
más vacía a medida en que el sol descendía.
¿Y quién
era?- Se atrevió a preguntar Ray, que había seguido el relato con sumo interés.
Un muchacho
¿Un
muchacho? – Preguntaron todo a coro.
Si, sentado
en la puerta
¿En cuál? –
varios pares de ojos se detuvieron en la vieja y despintada fachada con dos
puertas y una ventana.
… En la izquierda
– Declaro José después de varios minutos de silencio.
¿La
siniestra? – pregunto Eduardo con tono jocoso.
Pero esta
vez nadie se rió.
El silencio
que los rodeo pareció devorarlo todo en un instante, mientras todos miraban la
casa, todos deseando mirar a otro lado sin poder hacerlo. Porque esa casa,
siempre tan fácil de ignorar, parecía absorberlo todo en ese momento. La
sensación eléctrica del escalofrío parecía envolverlos de uno a uno, como un
hechizo paralizante que los clavaba en su sitio y detenía el tiempo frente a
sus ojos.
Hm jijijijiji
– Una risita metálica eh infantil, la risa de una niña fue suficiente para
hacerlos saltar y mirar asustados a su alrededor.
¡¿Qué fue
eso?!
Los ojos de
Elizabeth se abrieron de golpe y el amarillo invadió su visión.
Ahhhhhh -
parpadeo perezosa, sin mover más músculos que los de su rostro, aun no tenía
fuerzas para levantarse pero su cerebro, aun en el letargo de la fiebre, le
indicaba que era el momento de hacerlo. Su cuerpo estaba cubierto de húmedo y
pegajoso sudor, su cabello empapado, dándole la sensación de acabar de salir de
un sauna vaporoso; y el amarillo –ahhhh el amarillo- lo cubría todo
haciéndola sentir que aún se encontraba en
medio de un sueño.
Los atardeceres
como ese era raros, escasos, tan
intensos que los tonos de naranja, amarillo y dorado lo llenaban todo como en
una fotografía en sepia, eran atardeceres como hojas secas, atardeceres llenos
de magia.
Se sentó en la
cama porque el color se iba con forme la noche llegaba, la fiebre había cedido
pero el sopor del sueño aun no… El sueño, había despertado porque ese hombre
estaba decidido a golpear a cualquiera, la idea la hizo temblar, no había sido
su intención reírse, no era su culpa que todos se vieran tan asustados, sin
mencionar que un sonido era la mejor forma de romper el hechizo.
Suspiro con
cansancio, estaba feliz de haber despertado porque ella también estaba
asustada, no de la historia, sino del lugar.
Sabía que la fiebre era mala señal pero el sueño le sabía, más bien, a
trampa.
El miedo la
invadía poco a poco, porque la noche había caído y la hora de volver a dormir
se acercaba como un monstruo amenazante. No, eso no pasaría de nuevo, la tarde
dorada se había marchado y la bruja, no dejaría que la casa la llamara así. Al
final de cuentas, hace mucho tiempo que se había desecho de la llave, no había
nada que pudiera hacer por ese maldito lugar.
*-*-*
Ha pasado tiempo desde mi ultimo cuento. jejejeje ^^
Feliz año nuevo
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