sábado, 7 de enero de 2012

La Casa Vacía




¡No te detengas frente a esa casa!

¡¿Hee?!

! No te detengas, no te detengas! sigue caminando, has como si no estuvieras ahí.
Eduardo dudo por un momento pero la aguda voz de Victoria lo obligo a caminar. No tenía sentido, solo se trataba de una fachada: dos puertas, una ventana y una cornisa de tejas. 
No tenía sentido no prestarle atención así como no tenía sentido prestarle demasiada, sin embargo no pudo evitar preguntarse que estaba mal con ese lugar.

La casa había estado deshabitada desde siempre, o por lo menos era lo que ese par de adolescentes podían decir, si cualquiera de ellos le hubiera preguntado a cualquiera de las anciana habitantes de las 4 casa circundantes, esta habrían contado que no hace muchos años vivía ahí una persona, o tal vez dos... No, aquello era demasiado incierto. Los recuerdos perennes empezaban y terminaban con una familia feliz que alguna vez había llenado la casa y la calle de luz y alegría, pero nadie sabía decir que había sido de ellos, así como nadie sabía preguntar.

Sin embargo la casa seguía ahí, inamovible, deteriorada y vacía. Si cualquiera le hubiera preguntado a cualquiera de las 6 ancianas de esas 4 casas, o por lo menos a la más vieja de todo el lugar, esta les había dicho que era la primera vez que la casa estaba sola. Estando en un punto céntrico del pueblo, se trataba un lugar envidiable para cualquier negocio o vivienda y por ello la casa nunca antes había estado sola.

Pobrecita la casa, ahora se ve tan triste, ojala alguien se viniera a vivir aquí otra vez.

Si la anciana supiera lo que estaba pidiendo.

Los días en los pueblos siguen una rutina fundamentada en los horarios de las personas que los habitan, las faltas de centros de esparcimiento y el tamaño del mismo pueblo; con este no era la excepción, si bien el pueblo no era chico, la gente seguía actuando como si lo fuera y en este barrio en concreto la rutina era tan añeja que se daba sin alteración alguna. Al llegar la tarde las mujeres a sus casas y los hombre, viejos y jóvenes, a platicas o jugar en algún lugar, sin más que hacer que gastar el tiempo vacío entre la tarde y el anochecer.

Esa casa no está sola

El grupo de jovencitos, ociosamente sentados en la gradería, como todos los atardeceres, miró a José con la leve sospecha de que había perdido la razón. La casa había estado vacía por años, aunque nadie supiera cuantos exactamente.

¡Les digo que no está vacía! - Insistió el joven con brutalidad  - La otra noche vi a alguien

Un pujido al unísono significo que había capturado la atención de todos los presentes.

¿Cuándo?

El viernes cuando veníamos de la fiesta del parque

Todos se rieron. Una fiesta significaba un acceso ilimitado a una etílica diversión y no era de extrañar que esa noche José no hubiera estado en el mejor de los sentidos mientras se dirigía a su casa.

Valla pues, no se rían cabrones, que había tomado pero no estaba bolo. Me acuerdo bien cabal de todo, bien me acuerdo de todo porque eran las tres de la madrugada.

Aja ¡la hora de los espíritus!

Las risas estridentes llenaron de nuevo la esquina, pero cuando se detuvieron el silencio reinó entre ellos, las miradas tentativas recorrían la vieja calle, cada vez más vacía a medida en que el sol descendía.

¿Y quién era?- Se atrevió a preguntar Ray, que había seguido el relato con sumo interés.

Un muchacho

¿Un muchacho? – Preguntaron todo a coro.

Si, sentado en la puerta

¿En cuál? – varios pares de ojos se detuvieron en la vieja y despintada fachada con dos puertas y una ventana.

… En la izquierda – Declaro José después de varios minutos de silencio.

¿La siniestra? – pregunto Eduardo con tono jocoso.

Pero esta vez nadie se rió.

El silencio que los rodeo pareció devorarlo todo en un instante, mientras todos miraban la casa, todos deseando mirar a otro lado sin poder hacerlo. Porque esa casa, siempre tan fácil de ignorar, parecía absorberlo todo en ese momento. La sensación eléctrica del escalofrío parecía envolverlos de uno a uno, como un hechizo paralizante que los clavaba en su sitio y detenía el tiempo frente a sus ojos.

Hm jijijijiji – Una risita metálica eh infantil, la risa de una niña fue suficiente para hacerlos saltar y mirar asustados a su alrededor.

¡¿Qué fue eso?!

Los ojos de Elizabeth se abrieron de golpe y el amarillo invadió su visión.

Ahhhhhh - parpadeo perezosa, sin mover más músculos que los de su rostro, aun no tenía fuerzas para levantarse pero su cerebro, aun en el letargo de la fiebre, le indicaba que era el momento de hacerlo. Su cuerpo estaba cubierto de húmedo y pegajoso sudor, su cabello empapado, dándole la sensación de acabar de salir de un sauna vaporoso; y el amarillo –ahhhh el amarillo- lo cubría todo haciéndola  sentir que aún se encontraba en medio de un sueño.  

Los atardeceres como ese era raros,  escasos, tan intensos que los tonos de naranja, amarillo y dorado lo llenaban todo como en una fotografía en sepia, eran atardeceres como hojas secas, atardeceres llenos de magia.

Se sentó en la cama porque el color se iba con forme la noche llegaba, la fiebre había cedido pero el sopor del sueño aun no… El sueño, había despertado porque ese hombre estaba decidido a golpear a cualquiera, la idea la hizo temblar, no había sido su intención reírse, no era su culpa que todos se vieran tan asustados, sin mencionar que un sonido era la mejor forma de romper el hechizo.

Suspiro con cansancio, estaba feliz de haber despertado porque ella también estaba asustada, no de la historia, sino del lugar.  Sabía que la fiebre era mala señal pero el sueño le sabía, más bien, a trampa.

El miedo la invadía poco a poco, porque la noche había caído y la hora de volver a dormir se acercaba como un monstruo amenazante. No, eso no pasaría de nuevo, la tarde dorada se había marchado y la bruja, no dejaría que la casa la llamara así. Al final de cuentas, hace mucho tiempo que se había desecho de la llave, no había nada que pudiera hacer por ese maldito lugar. 

*-*-*
Ha pasado tiempo desde mi ultimo cuento. jejejeje ^^
Feliz año nuevo

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